Un tipo serio. Sobre el nuevo film de los hermanos Coen

No era la primera vez que íbamos al cine con el objetivo de ver, por fin, Avatar. Era la tercera. Conseguir entradas para ver, en Barcelona, la película más taquillera de la historia se ha convertido en uno de los tasks más complicados de la temporada.

La primera vez, pegamos media vuelta y nos fuimos a tomar unas cañas por el Born. La segunda, nos metimos a ver Planet 51 porque comenzaba precisamente en ese momento en que nos decían que no quedaban entradas para Avatar. OK, una película de animación española, claramente realizada para ingresar en el mercado yanqui. Sin duda su factura técnica es muy superior a su guión que de ninguna manera se aproxima a la complejidad que alcanzan los de Pixar, por ejemplo.

La tercera vez fue gloriosa. No había entradas para Avatar pero estaba por comenzar la última de los hermanos Coen. Oh, sí… Un tipo serio; vaya movie!

Menos mal que conjuramos la tarde de domingo con ese filme; ultra personal y «hermanos Coen», haciendo equilibrio entre la comedia-parodia y el drama. Una representación de la clase media judía de EE.UU, ácida y dulce en iguales proporciones, como uno de esos caramelos que venden en el cine y que se vuelven adictivos aunque te dejen la boca anestesiada de hiperclorhidria.

Un tipo serio es una comedia sencilla, sin grandilocuencias. La trama tiene como eje la vida de Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg), un profesor de física del midwest norteamericano, que vive con su familia tipo -sus dos hijos y su esposa- en una casa tipo – white fences, jardín y coche-, una vida modesta, rutinaria y sobre todo, kosher.

Larry debería ganarse el cielo por su rectitud y seriedad. O no…tal vez para los hermanos Coen su vida es una forma de mediocridad y por ello el hombre merece un castigo. En el colchón de seguridades que promete la clase media americana, Larry no imagina que la vida pueda convertirse en una sucesión de hechos desafortunados: engaños, extorsiones, muertes, decepciones…

Los Coen ilustran la elegía de Gopnik desde un humor tan fino que lacera, sutil y potente a la vez. La rutina de la clase media, los objetos de la cotidianidad y sus actores parecen convertirse en algo completamente ajeno y deplorable, algo como lo que podía sucederle a un argentino mientras miraba Televisión abierta de Cohn y Duprat en la TV nacional.

Si bien se trata de un guión simple, lo cierto es que la concatenación de hechos insólitos – a veces incluso esperados pero no por ello menos efectivos- y la excelente definición de los personajes componen un film decididamente disfrutable.

En Un tipo serio los hermanos Coen realizan una crítica mordaz al mundo en el cual crecieron. A las creencias, los valores y la religión que componen el cocktail de sus infancias. Una mirada íntima, expresada a través del patetismo de la vida de un individuo en juego tan necesario como repulsivo con su entorno.

La tragedia del protagonista pone en evidencia ciertas promesas sociales que en realidad son estafas: nadie puede explicarte el por qué de la vida. Nadie ni nada. Ni un rabino ni un libro, ni tu propia cabeza tratando de comprender lo inabordable: la experiencia humana, las actitudes de los otros, el devenir azaroso de las cosas.

Gopnik descubre que vivir al pie de la letra no te pone a salvo de nada. Que ser un tipo serio no alcanza para conquistar el reino de los cielos ni tampoco la felicidad terrenal. El sufrimiento que provoca el desasosiego se convierte en algo patético y gracioso. A Larry se le queman las cartas, no hay explicaciones y su rostro desencajado sólo enuncia una sensación desesperada de injusticia. Pero, pobre Larry, fue concebido por los Coen, dos excelente directores que, muy probablemente, mientras filman y fuman se dicen: «Who said life should be fair

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