Mañana se cumplen dos semanas desde la sesión I+C+I “Apps per a una nova cultura” en el CCCB y no quería dejar pasar más tiempo antes de hacer un resumen de lo discutido en su momento.
Ya existen dos buenas crónicas que ilustran muy bien las presentaciones de los panelistas y el debate que construimos con el público:
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Sis experts conversen sobre el paper de les aplicacions mòbils en la cultura i l’ensenyament, Obrellaunes.cat
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Apps per a una nova cultura. Resum de la sessió I+C+i, CCCB Lab
No repetiré lo que los posts citados explican a la perfección. Aprovecho entonces este espacio para profundizar un poco más en el debate que, desde mi punto de vista, se quedó un poco corto de tiempo.
Debo admitir que moderar una sesión de este tipo no es tarea sencilla. Cuando el CCCB Lab me convocó para la puesta en marcha de este encuentro me propuse abarcar de la manera más amplia el ecosistema de las apps y sus vinculaciones con la cultura. Por aquellos días escribí este post que describe muy bien mi punto de partida.
Decidí invitar a panelistas que trabajan día a día, y desde hace muchos años, en el mundo mobile pero haciendo foco en cuestiones muy específicas: Lorea Iglesias hace foco en el mundo del arte y las nuevas exploraciones que el móvil permite a los artistas (en tanto forma y contenido, herramienta y escaparate); Mar Pérez Sanagustín y Patricia Santos investigaron en torno a móviles y educación antes, durante y después de sus tesis doctorales; Jochen Doppelhammer es un emprendedor con ideas arriesgadas en cuanto a los modos en que las apps alteran la forma en la que nos comunicamos; Hernán Rodríguez, en tanto presidente de la Asociación de móviles de España aporta una visión global sobre el tema, trabaja cotidianamente con las empresas del sector, conoce sus reclamos y visiones; y finalmente Eugenio Tiselli, quien utiliza el alcance de las tecnologías móviles para trabajar con aquellos grupos sociales que jamás aparecerán en los anuncios del iPhone ni de Nokia.
Cada uno de los invitados hizo un aporte fundamental de acuerdo a su expertise pero también a la forma particular en la que comprenden la realidad de las aplicaciones para móviles. Mi desafío como moderadora era hilar esas conversaciones para proyectar un panorama amplio pero integrado y sugerir las direcciones en las cuales las apps afectan a nuestra cultura.
Desde mi punto de vista, el discurso fue bastante claro y lo resumiré en los siguientes puntos:
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Las apps afectan al campo del arte, las exposiciones museísticas y las posibilidades y herramientas de los artistas. Sacan las exposiciones a la calle, aumentan el espacio físico con información que está en la nube, permiten la colaboración de los usuarios y la customización de los contenidos; son herramienta de creación, publicación y difusión a la vez.
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Las apps permiten la concreción de ciertas propuestas educativas (anteriores a las apps) que entienden que el aprendizaje sucede todo el tiempo, adentro y afuera del aula, y con personas de diferentes grupos demográficos (Educación expandida, invisible learning, conectivismo, aprendizaje colaborativo, life-long learning, ubiquitous learning, cognición situada, etc.)
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Las apps extienden nuestras capacidades cognitivas (Extended mind; Augmented cognition), aunque también es cierto que los móviles generan esa dependencia a la que Hernán se refirió como Nomofobia, el pánico a salir de casa sin el móvil; o nos convierten en psyborgs, como lo definió el neurocientífico Martin Inderbitzin durante su conferencia en Mlove.
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Las apps y los móviles alteran la forma en la que nos comunicamos: la llamada es considerada intrusiva, los emails “son lentos y del pasado”, y se profundiza recientemente la compartición de mensajes cortos, multimedia y asíncronos (Whatsapp, Yuilop).
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Las apps, y la posibilidad de que desarrolladores amateur programen las propias, nos permite crear herramientas de cambio social. OjoVOZ de Tiselli es un ejemplo clarísimo, junto a Trash Alert! o TrawlerSpotter. Cada vez más veremos aplicaciones de terceros que utilizan métodos de participación ciudadana (crowdsourcing) para resolver problemas muy locales pero cuya solución es replicable a gran escala.
Claro que podemos enunciar muchas más formas en las cuales las mobile apps afectan a nuestra cultura y pueden dar surgimiento a una nueva (?), hablando en términos muy específicos (la cultura de la comunicación, la cultura de la exposición, etc), y no estaría mal seguir pensando el tema…
No es fácil hablar de mobile apps sin caer en las tensiones que naturalmente generan per se las tecnologías móviles. Ricardo Iglesias, a quien sigo desde hace años y que casualmente se encontraba entre el público, remarcó que los ponentes sólo habían hablado de las bondades de los móviles sin ser todo lo críticos que la materia exige. Yo comparto el reclamo pero, repito, mi intención era hacer foco en las apps y no el los móviles. Mi convencimiento de que necesitamos rever ciertas cuestiones con respecto a los móviles y su consumo indiscriminado quedó plasmado en mi post “Cobalto de sangre. Sobre los que realmente pagan por los móviles”, y a nivel práctico en proyectos como “Taller de celumetrajes” o Crowdmemo, entre otros. Creo que esta discusión amerita todo una sesión y estaría encantada de que pudiéramos organizarla acaso de una manera más distribuida.
Por otro lado, surgió el tema de “perderse en el mar de las apps” y hubo participantes que pidieron ayuda u orientación para sacar mejor provecho de ellas. Creo que no fuimos capaces de responder a esa demanda, quizás porque es cierto que aún no sabemos cómo filtrar el creciente ruido que inunda las apps stores sobre todo mientras sube el precio de las críticas de usuarios a sueldo.
Volvió a salir la pregunta, inspirada por Nicholas Carr, sobre si esto de estar todo el tiempo conectados nos hace más superficiales o no, pero hubo más adhesión hacia la idea de que las apps aumentan nuestras posibilidades y que no hemos de subestimar a los usuarios que son finalmente quienes deciden cómo y cuándo utilizarlas.
Destacando el cliché, en el que asumo mi parte de responsabilidad, una twittera sagaz, cuyo tweet original ya no encuentro (fugacidad :s), dijo: “#appscult he tingut un dejavu tecnològic. El discurs sobre la distracció i la tecnologia és un clàssic des del neixement d’internet”. Tiene razón.
En fin, la sesión trajo muchos temas a colación, quizás demasiados para las dos horas con las que contábamos. Tengo la sensación de que había dos públicos presentes: uno que quería saber de apps y otro que quería discutir en profundidad las implicancias de las tecnologías móviles y las posibles vías de acción para sacarles provecho reduciendo el impacto negativo que causan. No son demandas incompatibles. Pero quizás un formato tipo BookCamp sería más apropiado para construir de manera distribuida un relato acaso más profundo y satisfactorio para todos.
Agradezco profundamente a todos los asistentes, presenciales y virtuales, y a todas las personas que me han escrito para comentar sobre la sesión, pedir el material presentado o incluso proponer más temas de discusión. Reitero mi agradecimiento al equipo del CCCB Lab por la invitación y el trabajo intensísimo procurando que todo saliera bien. Agradezco a Aecomo Academy y Diego Freniche porque no hay que olvidar que “Apps per a una nova cultura” permitió que una veintena de personas aprendieran a programar apps para Android. O sea, no fue solo un panel sino también una oportunidad para aprender y crear.
Propongo seguir el diálogo mediante este medio y ¡hasta la próxima!
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