Aun en el ámbito académico, en el marco en el cual siempre fueron denostadas, hermanas menores de la palabra, las imágenes ejercen un poder de seducción innegable. Anoche, entre las 19 y las 21hs, los alumnos de la Cátedra de Datos (UBA) asistieron al tercer teórico de «El proyecto Facebook«, que hizo foco en criterios técnicos y estéticos de la realización audiovisual para arrojarse a la aventura de empezar a pensar en imágenes y a producir conocimiento en video.
Como sólo disponíamos de un par de horas, tanto para la introducción de Alejandro como para mi teórico sobre «Celumetrajes», la charla fue bastante acelerada y general, aunque supongo que los talleristas pudieron irse con una idea acerca del proceso de creación de contenidos con microformatos y algunas aproximaciones a la estética y semántica de las imágenes.
Hubo buena participación de los alumnos lo cual resulta fundamental a la hora de convertir el aula en taller. Hubo algunas risas, buenas observaciones e interés por parte de los talleristas. Por ejemplo, surgió en ocasiones cierta preocupación por la «profundidad», como si esto de trabajar con videos y redes sociales no fuera lo suficientemente «profundo» para intervenir el espacio académico.
Ese cuestionamiento me pareció interesantísimo. Creo que sintitiza todo lo que nos estamos cuestionando actualmente acerca de las formas de enseñanza académica. ¿Acaso la imagen no es tan o más profunda que el texto en tanto pone en juego los dos hemisferios del cerebro, la explosión de sentidos gracias a su polisemia, la necesidad inevitable de descubrir conceptos sin que «me los digan»? ¿Por qué suelen ser consideradas la «golosina» de la dieta cognitiva?
¿En qué reside su encanto, su capacidad de emocionarnos, de hacernos pensar y sentir? Hacia el final de la clase hablamos de las reglas de composición de la imagen y el murmullo se detuvo por completo. Alumbrados por la luz que arrojaban las fotografías de Henri Cartier Bresson desde el proyector, pude ver cómo el aula se convertía en una experiencia sensible, con caras muy diferentes a las que se ven cuando los alumnos de comunicación se enfrentan a los textos de Habermas, Marcuse, Lazarsfeld o Lasswell.
Los que venimos del audiovisual sabemos que en la universidad somos considerados unos «raros», unos no-intelectuales más preocupados por un buen encuadre que un concepto, siempre dando vueltas por el campus con trípodes y cámaras, viendo películas en la madrugada como tarea y trabajo práctico. ¿Cómo hicimos entonces para aprender? Viendo y haciendo, básicamente. Pero aprendimos.
Sabemos, por ejemplo, que llegar a contar con imágenes implica un proceso de aprendizaje que combina poder de síntesis, profundidad y, sobre todo, poesía. Sabemos que es difícil, pero acaso sea menos complicado que avalar la irrupción del audiovisual en el aula.
Gracias a los alumnos, al equipo de la Cátedra de Datos y a los invitados por haber participado del taller y haberme hecho parte de la experiencia Edupunk!